El crepúsculo de los dioses (1950)


El crepúsculo de los dioses

La grandeza de muchas de las películas clásicas estriba en cómo logran llegar a nuestros días tras el paso del tiempo. El crepúsculo de los dioses es una de esas películas que ha logrado ser uno de los grandes clásicos, imprescindibles para todo aquel que quiera saber más sobre el cine y, sobre todo, de cómo hacer una buena película. Para mí, ésta es la gran obra maestra de Billy Wilder, ya que sus otras películas más conocidas tiran más hacia la comedia, y esta se toma más en serio, aunque a veces tenga muchas escenas histriónicas para definir a la protagonista, Norma Desmond.

Tanto Billy Wilder como Charles Brackett comenzaron a escribir un guión irónico sobre la vida real en el Hollywood de la época. Lo que los guionistas querían mostrar era la caída de los dioses que habían sido encumbrados años atrás, los actores que se convierten en estrellas adoradas por las masas pero que al llegar a cierta edad son olvidados por el gran público. La idea le llegó a Billy Wilder después de interesarse por ese Sunset Boulevard de Hollywood en donde estaban construidas muchas de las mansiones de las estrellas del cine mudo. Para no perder un detalle, tanto Wilder como Brackett contrataron a D.M. Marshman Jr. (un periodista de la revista Life) y a George Cukor. El director aconsejó que no habría mejor actriz para interpretar a Norma Desmond que Gloria Swanson, y así fue cómo esta actriz formada en el cine mudo se convirtió en una conocida actriz del cine sonoro gracias a una película de Wilder.

La película trata en realidad de un flashback. En la primera escena vemos cómo la policía llega a la casa de Norma Desmond mientras el cuerpo de su amante está flotando boca abajo en la piscina. Además de amante, el hombre era el guionista de la película que supondría el regreso de Norma Desmond al cine. Joe Gillis (William Holden) es ese cuerpo inerte pero también el narrador. Gillis nos cuenta que él es ese que el público está viendo, que siempre había querido una piscina, y acto seguido comienza a contar esa historia de la que ya conocemos el final.

Comienza entonces la historia de Gillis desde que es acosado por unos cobradores de préstamos para pagar su coche. Él es un guionista sin mucho éxito pero decide seguir intentándolo en la Paramount, pero no da sus frutos. Como sigue siendo acosado por las deudas, decide escaparse con su Plymouth y llega a lo que parece una mansión abandonada.

La llegada a esa casa marcará su destino, ya que se trata en realidad de la mansión de la famosa estrella del cine mudo Norma Desmond, que está esperando al enterrador que se ocupará de llevarse a su mono, fallecido recientemente. Sin embargo, al darse cuenta de Gillis de que Norma Desmond es una estrella, y Norma Desmond que está frente a un guionista, ambos deciden comenzar una relación que seguramente será fructífera para ambos: para Gillis, supondrá escribir el guión del regreso de la gran actriz, y para ella, supondrá tener una película hecha a medida, su propia versión de Salomé.

Pero la relación se vuelve extraña. Al día siguiente, el mayordomo Max (Erich Von Stroheim) se ha encargado de pagar todas las facturas de Gillis y Norma Desmond decide pagarle 500 dólares semanales a nuestro protagonista si se encarga de reescribir el guión que ella misma había escrito, simplemente para que lo dirija el antiguo director de la estrella: Cecil B. DeMille. Sin embargo, en la mansión la vida se vuelve extraña. Es una especie de casa del terror, con unas puertas sin cerraduras, con reuniones extrañas con viejas estrellas del cine mudo, y con los aires de diva de Norma, una de esas estrellas olvidadas. Aún encima, el mundo de ensueño de Norma se ve alimentado por las cartas de los supuestos de admiradores, aunque en realidad son envidadas por el propio Max para mantener contenta a la que en otra época era su actriz fetiche cuando era director de cine.

Sin embargo, Gillis comienza a escribir su propio guión a escondidas de Norma, con una revisora de guiones de la Paramount, algo que Norma Desmond considera una gran infidelidad. Al acabar el flashback, volvemos al interior de la mansión: la protagonista ya es una estrella. Está rodeada de fotógrafos (en realidad periodistas de sucesos que quieren preguntarle por haber cometido asesinato), de policía, y decide bajar por las escaleras con sus mejores galas como si de un estreno fuese, con la mirada fijada en la cámara, una imagen que en realidad, en lugar de hacer que odiemos a la asesina, sintamos una especie de compasión y pena por la vida que ha llevado: primero, alcanzar la fama a una edad temprana, codearse con todo tipo de celebridades, perder esa fama y vivir en una especie de reclusión en un mansión, sufrir una depresión, varios intentos de suicidio y todo ello por, como se dice en la película, por creer en una versión equivocada del amor.

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